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Nombres: Laura // Iris
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Nacimiento: 30 de enero de 2003
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Primera aparición: Rojo merlot
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Edad en la primera aparición: 23 años
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Vino: tinto
NIÑA MALA
Laura fue separada de su madre cuando tenía apenas siete años y pasó un año dando vueltas hasta acabar en el mismo orfanato que Sara. Nadie la quería: era demasiado violenta y problemática.
Su madre le había dicho que no confiara en ellos. Era una niña llena de frustración, ira, una pequeña desolada en un mundo que la despreciaba.
Para una niña tan rota emocional y mentalmente como ella, la violencia era un buen método de defensa. Entró en un círculo vicioso; a más la rechazaban por su actitud, peor se sentía y más agresiva se volvía. Era como si le golpearan con una revista y le gritaran «¡chica mala!». Por supuesto que eso iba a alimentar su desesperación, ¿qué más iba a hacer?
LAS TRENZAS
Laura no comenzó a trenzarse el cabello hasta que conoció a Sara, era algo inocente de alguien que no temía tocarla y estar con ella.
Uriel solía trenzarle el cabello a Sara antes de que ella llegara. De cierta manera, la trenza representa lo entrelazados que están los tres. Tres niños que dependen el uno del otro de una manera oscura y triste. Mientras se siga trenzando el cabello, es como si el tiempo no pasara, como si su relación con Sara estuviera tan entera como al principio y Uriel no la conociera todavía.
Un intento desesperado por detenerse donde estuvo mejor, aunque nunca haya estado bien.
ALGUIEN QUE COMPRENDA
El día que Laura descubrió que Uriel la comprendía, en realidad no sucedió nada especial en sus vidas. A Laura le bastó un poco de instinto y un segundo a través de la máscara de Uriel.
Uno de los niños del orfanato se iba y Uriel no había podido ocultar un instante de envidia venenosa, la apatía y el odio más puros que Laura hubiera visto en una mirada ajena. Fue tan fugaz que apenas se lo creyó ella misma.
Pero eso era todo lo que necesitaba. Lo odiaba; compartía sus sentimientos y aun así era mejor que ella a los ojos de los demás. Laura no sabía cómo reaccionar. Luego de eso, se encontró a sí misma más de una vez confiándole su alma rota, porque, sin quererlo, había hallado en él un confidente de verdad, y eso no le gustaba nada, porque llegó a un punto en el que lo odió tanto como lo necesitó.
MANZANAS
Uno de los mejores recuerdos que guarda de su madre es uno de poco antes de que la separaran de ella, en un pequeño parque de atracciones de la ciudad. Recuerda mejor sabor de las manzanas acarameladas que el episodio psicótico que su madre sufrió ese día, así que las manzanas siguieron recordándole a ella durante un tiempo... hasta Uriel.
El día que Laura llegó al orfanato, los niños tenían manzanas para el postre, pero ella se perdió el almuerzo entero por enzarzarse en una pelea para defender a Sara. Laura fue la única llamada a la oficina de Alicia, la directora.
Y mientras se sentía sola y perdida, Uriel llegó, le dijo que estaba bien llorar y le ofreció su manzana. Y Laura lloró. Y lo odió, por primera vez y para siempre.