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Nombres: Sara // Cherry // Charlotte // Reina
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Nacimiento: 2 de septiembre de 2004
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Primera aparición: Rojo merlot
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Edad en la primera aparición: 22 años
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Vino: tinto
EL ROJO
La necesidad de aferrarse a una identidad nació con el momento en que Cherry perdió a Sara.
Cada vez que cerraba los ojos, veía rojo. Despierta, dormida.
Con Alessandro llegaron las noches de vino, algo en lo que ahogar los remordimientos, mientras que las cerezas, de alguna forma, se sentían como el último vestigio de la persona que era antes de la sangre. El rojo en sus labios atraía la atención en ellos, a lo que tuviera para decir, a las sonrisas arrogantes que perfeccionó.
Para alguien sin identidad, no fue difícil aferrarse a algo que le decía quién era, aunque no le dijera nada en realidad. El rojo es el color del peligro, la sangre, la pasión, el poder. Ahora todo era rojo y el rojo era ella.
SARA, LA CEREZA
Sara fue abandonada con dos semanas de vida en un contenedor de basura al sur de Claro de Luna y creció en un orfanato suburbano. Inevitablemente, el lugar era triste y solitario, lleno de niños problemáticos y traumatizados. Allí, todos estaban por su cuenta, lidiaban con sus propios problemas y descargaban sus emociones unos en otros.
Por siete años, su única familia fue Uriel. Y cuando llegó Laura, el mundo se hizo incluso más oscuro y solitario, si era posible.
Sara está en esas cerezas dulces e intensas, en la melancolía y el terror que trae la soledad. Fue abandonada, rechazada, olvidada, siendo apenas una recién nacida. Los sentimientos del pasado son la peor pesadilla del presente.
Además, como dato de color, Sara significa princesa.
CHERRY, EL VINO
Cherry no siempre es una mentira, solo cuando necesita serlo. Es la máscara de hierro y hielo que creó para proteger las partes más frágiles de su corazón. El llanto no era opción. El remordimiento tampoco.
En Claro de Luna, nadie toma en serio a una niña, las sumisas y lloronas no son nada. Y por más que ella odia lo que hace, más odia ser nada.
Cherry es esa mentira contada tantas veces que se volvió verdad. Si se repite las suficientes veces que algo no le afecta, entonces tal vez acabe creyéndoselo. Ella creó a Cherry por una necesidad, un mecanismo de defensa, la chica dura de la ciudad en la que refugiarse cuando su debilidad la supera.
DIABLOS EN EL HOMBRO
Sara y Laura se conocieron en el verano de 2011, cuando Sara estaba a punto de cumplir los siete años. Se trató de fascinación a primera vista para Sara, que siempre ha tenido una predilección peligrosa por las personas diferentes. Definitivamente, Laura era diferente.
Sara, que siempre sintió con mayor intensidad que los demás, la amó desde el primer momento. Laura se convirtió en su familia, su mundo entero, un mundo teñido del rojo de la furia y la violencia.
Amarla nunca le fue fácil, pero se acostumbró a hacerlo, a seguirla a donde fuera y limpiar el caos que dejaba atrás, fueran esquirlas o sangre, o trozos de su propio corazón. Para Sara, amar a Laura es algo tan doloroso como inevitable.
ÁNGELES EN EL HOMBRO
Uriel es alguien que simplemente estuvo allí toda su vida, una parte de ella de la que no podría desprenderse. Él era también fascinante a su manera; siempre hubo algo que no cuadraba, una sombra de algo que lo hacía fascinante, a pesar de su apariencia de chico angelical.
¿Amar a Uriel es amar al ángel que todos aman por inercia? ¿O es amar un agujero negro que nadie acaba de descubrir? ¿No es para ella amar algo interminable? Ella se aburre fácil de lo que comprende con rapidez. Tuvo más de veinte años para desvelar a Uriel, y aun así parece que siempre hay una nueva cara escondida detrás de la que conoce. Para alguien que ama los rompecabezas, él es el perfecto juego que jugar.
EXTREMISMO
El extremismo es un rasgo de su personalidad. A diferencia de muchos aspectos de su personaje, esto es causa, no consecuencia. Cherry lo quiere todo o no quiere nada. El mundo puede ser gris, pero sus decisiones son blancas o negras. No es algo que necesariamente la enorgullezca, cabe aclarar.
Sin embargo, es crucial. Su perfeccionismo se ve en gran medida alimentado por ello. Roza lo obsesivo, es una necesidad para ella aspirar a lo mejor, incluso si la perfección es imposible. Si aprende algo nuevo, necesita dominarlo. Si entra en una guerra, necesita acabarla. Si comete un crimen, necesita que sea un crimen perfecto. Hasta su puntualidad es obsesiva.
Iris fomentó este comportamiento como pocos saben. Un error significa muertos, por eso no puede equivocarse. La perfección ya no es un deseo, es un deber.
NO MATARÁS
El aprecio por la vida es algo fundamental para ella. Algunas veces es un mal inevitable, es cierto. Asesina cuando la sangre es estrictamente necesaria, y aun así, se las arregla con frecuencia para evitarlo. Son momentos de debilidad en los que Sara gana y que Cherry intenta justificar con alguna excusa rebuscada.
Si conoce a alguien, entonces la verdad es inconfesable: hará hasta lo imposible para salvar a quienes cree que no merecen morir.
Puede infligir dolor, puede abrir heridas en la carne y en el corazón, pero la muerte es inconcebible para ella. Es irreparable, la soledad más absoluta, la nada misma.
Cherry le teme a muchas cosas. Los elevadores, las motocicletas, nadar. ¿La muerte? El miedo a la muerte es lo peor.
UN INSOMNIO DE PESADILLA
Cuando Cher cierra los ojos, solo puede ver sangre, los rostros de sus muertos y ella fallando en cada cosa que intenta. Las pesadillas suelen acabar con ella cayendo de algún lugar.
Sus errores y decisiones la persiguen por las noches. Así que no duerme, atraviesa las noches ocupándose con lo que sea, trabajando hasta que la madrugada acaba y logra respirar. Su cerebro, su mayor aliado, es su mayor enemigo.
Las pastillas no siempre sirven y son un tormento en sí mismas para alguien a quien no le gusta bajar la guardia, pero si es elegir entre somníferos y largas jornadas sin descanso que la ralentizan, entonces no tiene mucho que pensar.
SER VALORADA
Sara no soñaba con ser poderosa, ni con oro, ni gente de rodillas. De hecho, quería ser científica. Todavía se imagina en secreto descubriendo los secretos de la física, fuera de los focos del mundo. El camino en el que acabó no es un sueño, sino consecuencia de sus deseos.
Sobre todas las cosas, Sara vivía con la necesidad constante de reafirmar su valor. Es la niña que salió de la basura, se siente en la perpetua necesidad de reafirmar que vale más que eso. El punto no es ser temida o adorada, es demostrar —¿a quién? ¿Al mundo entero? ¿A los que lo dominan? ¿A sí misma?— que es más que eso, que se equivocaron al tratarla así.
Cada vez que alguien implica lo contrario, sea por su edad, por su género o por ese origen callejero, es solo un recordatorio de por qué sigue adelante.
LA LUNA Y LAS ALTURAS
La noche que Sara abandonó el orfanato, había luna creciente. Era apenas un hilo de luna que dibujaba una C en la oscuridad, un primer paso para convertirse en Cherry.
En la noche, es el lucero que destaca entre el resto de los astros, pero que hace falta prestar atención para ver. Observa al resto desde arriba, se sienta por las noches a observar desde la azotea. Aprecia, anhela, admira. Algunas veces, como algo que podría merecer. Otras, como algo que nadie nunca merecería, porque el mundo que percibe —las luces, los aromas, el viento que la acaricia—, es demasiado hermoso para la humanidad que alberga.
Su posición en las alturas no es el trono de alguien que lo domina, sino un mirador para alguien que ama lo que ve.
LOS GUANTES
Los guantes le impiden comunicarse con el mundo a través del tacto, algo que Sara amaba. Eso duele con frecuencia. Pero vale la pena, porque los guantes la protegen de tocar a los demás, algo que la incomoda, y le permiten nunca haber existido. Sobre todo, le permiten no entrar en contacto con la sangre. Ya tiene demasiado con verla, sentirla en su piel la hace real.
Los guantes son el recordatorio de que todo el tiempo puede correr sangre a su alrededor. Aunque le guarda rencor a la mayoría de sus guantes por ello, sí siente un cariño especial por los que le regaló Alessandro.
Cherry siempre siente un escalofrío cuando ve a alguien más usarlos. Para ella, son un presagio de violencia.
LOS MIEDOS DE UNA CONTROLADORA
A Cherry le dan miedo muchas cosas.
Sobre todo, cada pesadilla acaba con lo mismo: el suelo que se abre a sus pies y la lanza a una caída inevitable, a la oscuridad más absoluta. Le aterra el fracaso, le aterra pensar que todo lo que hizo en su vida sea en vano. Lo que perdió, incluso lo que ganó.
Pero también tiene miedos más simples. Su rechazo a los ascensores, conocido desde el primer capítulo del primer libro, se debe al control que cede al entrar a ellos. Un espacio del que no puede salir, un suelo que se mueve en su lugar. En general, sus miedos están relacionados al suelo; camina porque controla sus pies mejor que a los vehículos, le da un vuelco al corazón cada vez que la alzan, y la única vez que probó nadar no consiguió ceder al agua.
DÍAS DE CALLEJERA
Sara durmió en las calles desde noviembre del 2019 hasta agosto del 2021, cuando Óscar comenzó a pagarle una habitación en el Refugio, el motel de Soledad, donde estuvo hasta que finalmente se mudó al 3B.
Laura no fue la mejor compañía. La protegía durante las noches —es sorprendente cuánto puede hacer una niña de metro y medio con un cuchillo y mal temperamento—, pero la mayoría de los días acababan en discusiones, frustraciones, llanto.
Sara, que tenía la necesidad imperiosa de aprender cosas nuevas, encontró consuelo en los juegos de manos. Pronto se convirtió en una excelente carterista, en menos todavía descubrió que era lo bastante lista para embaucar idiotas en la calle.
UNA NIÑA EN LA BASURA
La noche del 28 de septiembre de 2004, un hombre abrió un contenedor de basura y escuchó el llanto de un bebé enterrado bajo bolsas de residuos. Los vecinos se arremolinaron alrededor del hombre para ayudarlo a desenterrar a una pequeña niña de apenas semanas de vida.
La pequeña dejó de llorar un momento cuando esas manos que la rescataron la acurrucaron, y los miró con sus preciosos ojos color café, como si hubiera reconocido lo que significaba ese abrazo.
Luego, volvió a llorar, como si también hubiera sabido reconocer el frío solitario en esa calidez.
AJEDREZ CALLEJERO
En las calles, Sara adquirió una costumbre: jugar ajedrez con vagabundos en el parque.
¿Lo cierto? Era el consuelo más triste que podía hallar en su situación. Jugar al ajedrez le recordaba dolorosamente a Uriel, al club de ajedrez, a todo lo que podría haber sido y no fue. Cuando jugaba, era el único momento en el que sentía que recuperaba algo del control que había perdido.
El ajedrez era lo que mejor se le daba. Le encantaba; jugara contra quien jugara, Sara siempre ganaba.
Excepto, claro, cuando jugaba con Uriel, pero la historia con él era diferente. ¿Quién podía culparla si se distraía con su sonrisa desafiante y el movimiento fluido de sus dedos sobre el tablero? Ella. Ella se culpaba.
EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD
Sara es la inocencia, las dulces cerezas.
Cherry ahoga las penas, el trabajo del vino.
Charlotte es intensa, como el licor de cereza.
Son tres etapas de su vida coronadas por tres nombres.
Charlotte es, en verdad, la combinación de las dos anteriores, lleva la pasión de Sara y la dureza de Cherry, pero sigue siendo una persona diferente a las dos chicas que fue, la que nació y la que se creó.
El problema de tener tantas personalidades es que no siempre sabes quién eres, y allí nace la necesidad de aferrarse a aquello que engloba todas las partes de sí misma.
CHARLOTTE, EL LICOR DE CEREZA
Charlotte es el licor de cereza, la mezcla del alcohol, Cherry, y la cereza, Sara. Nace en el momento en que ambas se vuelven insostenibles y ella es demasiado para sí misma; demasiado pasional para sostener la máscara, demasiado firme para dejarse caer, demasiado ambas para ser una.
Esta es la chica a la que Lorenzo Pierre elige, la que vale el oro del que están hechos los Pierre.
Lorenzo le dejó la elección del nombre a Bianca. Bianca, amante del francés —idioma que, curiosamente, Charlotte detesta—, eligió Charlotte por significar guerrera, mientras que Lorenzo eligió Regina —Reina— para el segundo.
Reina guerrera parecía apropiado para lo que esperaba de ella.
LA SÉPTIMA HIJA
Lorenzo siempre quiso una hija, una princesa que tuviera lo necesario para convertirse en una reina, alguien con la inteligencia, el carácter y la ambición que la corona familiar requiere.
Alguien que valga su peso en oro, aunque tenga la sangre roja en lugar de azul.
El título la deja en una posición mucho más frágil que el resto, es un premio que debe ganar y no un derecho que reclamar, es un camino para alcanzar algo mayor, no el destino en sí. Da igual el dinero, Charlotte quiere que el mundo vea que vale cada letra del apellido.
PUERTA ABIERTA A LAS EMOCIONES
Por más que se esforzara por bloquear sus emociones, la frustración de encontrarse con que jugaron con ella fue suficiente para abrir una puerta que ya no se puede cerrar. En su lugar, viene una etapa nueva, una intensa en rabia, pasión, y deseos de pisotear al mundo hasta sentirse satisfecha.
Aunque, seamos sinceros, ella nunca está conforme.
Su punto débil eran las emociones, pero ese también puede ser utilizado a su beneficio. Para ser la hija que Lorenzo quiere, debe ambicionar a lo más alto, y esa ambición en ella se alimenta de su corazón.
Esta es una etapa que se trata de dejar de negarse y aprender a aprovecharse de todo lo que tiene para ofrecer.
ALGUIEN POR QUIEN MORIR
Alessandro apareció en su vida cuando perdió a Uriel y se distanció de Laura. Ella no pidió su amistad, ni siquiera estaba segura de soportar abrirse a alguien más, pero mientras Uriel y Laura se hundían en la rabia mutua y la arrastraban con ella, Alessandro se sintió como un hogar.
Era diferente. No la lastimaba como Laura ni la amaba como Uriel, era un amigo que no pedía nada de ella, que la escuchaba y la protegía, un soplo de aire libre entre tanta sangre.
Si tuviera que morir por alguno de esos dos, no estaría segura de poder hacerlo.
Si fuera por Alessandro, ella misma jalaría el gatillo.
A partir de
alas de keroseno
LOS LOUBOUTIN
Los Pigalle fueron un regalo de Alessandro para que utilizara en su cumpleaños. Conserva los originales, pero consiguió un nuevo par cuando se desgastaron y probablemente lo haga otra vez.
No es un secreto que jamás le gustaron los tacones. Sin embargo, siente un cierto regocijo cuando escucha sus pasos, cuando es lo bastante alta para ver de frente o incluso hacia abajo, y ni hablar de la elegancia que puede alcanzar con ellos, aunque, siendo honestos, puede ser elegante con lo que sea.
Además, la suela de unos Louboutin da la sensación de que, a donde vaya, camina sobre una alfombra roja. Absolutamente dramático como ella.
UNA CIUDAD A LA QUE PERTENECER
Claro de Luna vio nacer a Cherry.
Esa ciudad la vio salir de la basura. La vio abrirse paso en el mundo a codazos por la aceptación, pero ella todavía no está satisfecha con lo que logró. Se siente incapaz de irse hasta haberle demostrado a esas calles que vale mucho más que eso, que es más que basura rescatada.
Ella es lista, sabe que la respuesta a sus problemas es desprenderse de ellos y seguir a Lorenzo, que él puede ofrecerle algo mucho mayor a lo que conseguiría en Claro de Luna, pero también es incapaz de dejar ese asunto sin terminar. Está arriesgando su vida al quedarse, pero es incapaz de hacer otra cosa que escuchar a su corazón y pelear por lo que considera suyo.