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Nombres: Markus // Pyt
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Nacimiento: 3 de mayo de 1998
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Primera aparición: Alas de keroseno
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Edad en la primera aparición: 30 años
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Vino: tinto
SIEBZEHN
Como sujeto de pruebas, Elizabeth no es una persona, es solo el número por el que la identifican: el 17.
Diecisiete —Siebzehn en alemán, Diciassette en italiano— en realidad no comprende la diferencia entre ser identificada por un nombre o por un código. La mayoría de sus conocidos ni siquiera conocen su nombre de pila. Por lo que sabe, ella solo es un número más en una lista, prescindible, impersonal. Su padre mismo la llama así. Si él lo hace, ¿no es normal, entonces, que los demás también?
Matteo Pierre fue la primera persona en olvidar su número, pero Elizabeth jamás comprendió por qué Lizy le sonaba... correcto.
LIGERA COMO EL VIENTO
A pesar de haber nacido en Claro de Luna, Elizabeth pertenece a Waldergifte. El viento le resulta reconfortante en sus rondas, lo siente acompañarla cuando lo escucha sacudir las hojas de los árboles.
Elilia describe los pasos de Elizabeth como ligeros como el viento, un reflejo de su personalidad.
¿Dramas? Se le escapan.
¿Rencores? Se le pasan.
¿Pensamientos? No suele detenerse demasiado a sobreanalizar las cosas.
Liz pasa sin ser percibida hasta que uno se detiene a descubrirla, sean sus jefes o un amigo.
HOJA EN BLANCO
Diecisiete es una hoja en blanco en la que sus superiores escriben, tachan, borran, reescriben. Y tanta reescritura es confusa, algunas veces se contradice y ella ni siquiera sabe ponerlo en duda. Sus convicciones no son suyas, son lo que le enseñaron que debía ser. A diferencia de su hermana, no es una artista, no sabe crear algo nuevo en la página en blanco. Es el lienzo sobre el que alguien más crea algo. Es la creación de alguien.
La crearon, la moldearon, hicieron algo de ella y ella no supo hacer algo con eso. Nadie le enseñó a escribir sobre esa hoja, a borrar lo que otros anotaron y construirse a sí misma. Y ese, ese, es el gran conflicto al que no se enfrenta hasta que conoce a los Gavilán.
WALDEINSAMKEIT
Wald·ein·sam·keit
/ˈvalt|a͜inzaːmka͜it,Wáldeinsamkeit/
Substantiv, feminin [die]
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Abgeschiedenheit des Waldes // El sentimiento de soledad y conexión con la naturaleza cuando se está a solas en el bosque.
En Waldergifte, a Diecisiete le tocan las patrullas por la zona exterior de la base, lo que significa muchas horas sola en el bosque. Es su parte favorita del servicio.
Y esos días en los que la suerte sonríe y la lluvia cesa, en sus horas libres, suele llevarse sus libros de historia para leerlos en el bosque.
No es exactamente una solitaria, disfruta de las pocas personas a las que tiene, pero tiene una mente desordenada —rota— que solo se ordena —repara— cuando se encuentra rodeada de calma. Los estímulos la alteran. La gente la confunde.
El bosque, en cambio, parece estar siempre abierto para ella. Es claro, pacífico, simple.
Casi es libre cuando está afuera.
SOLDADO MODELO
B-17 es uno de los sujetos de pruebas más prometedores del proyecto por un motivo: sigue órdenes con absoluta diligencia, jamás se plantea lo que no debe, y, sobre todo, es una creyente devota de aquello por lo que se sacrifica.
Más allá de su prometedor estado mental —impresionante en términos del proyecto—, como soldado es una torre inquebrantable.
Puede pasar horas en el exterior en Waldergifte, a pesar de la lluvia y el frío, sin siquiera pensar en quejarse. Es hábil con las armas de fuego y en los entrenamientos, en especial en el combate cuerpo a cuerpo. No es excepcional —no como Diana, no como Markus—, es algo mejor todavía: un modelo.
FLAUS
Flaus fue uno de los pocos caprichos que se le permitió conservar a Elizabeth, un conejo que llegó a ella casi por accidente.
El conejo se lo entregaron a su padre, pero a él no le interesaba, así que lo dejó al cuidado de ella. Diecisiete ni siquiera sabía que le gustaban los seres vivos hasta que sintió su corazoncito alocado. Lo alimentó y se sentó a verlo ir y venir por su pequeña habitación, y se sintió feliz. Se dio cuenta de que le importaba el animal, y le gustó eso.
Una tarde, cuando lo llevó al exterior a dar su vuelta usual, comenzó una pelea. Flaus se asustó y huyó, sin que Liz pudiera alcanzarlo en medio del caos. Diana la ayudó a buscarlo por el bosque, pero fue tarde. El conejo desapareció.
AMÉN
Elizabeth creció creyendo ciegamente en muchas cosas. Entre ellas, que había un mandato divino para ella. ¿Quién era ella para discutir con Dios?
Los soldados del proyecto repiten como mantra un recordatorio: cumplirán su deber, aunque les arranquen los pies, los dientes o la cabeza, porque así lo quiere Dios.
¿Quién es ella para discutir con Él? Un número más.
Jamás se planteó si en realidad existiría un dios. Va a la iglesia a rezar con frecuencia, guarda su relicario entre sus escasas pertenencias. Está dispuesta a soportarlo todo por ese deber divino en el que cree.